Durante años, cuando alguien preguntaba “¿qué sistema operativo me instalo?”, la respuesta siempre era la misma: Windows. Pero últimamente, esto está cambiando, debido a factores como requisitos de hardware cada vez más exigentes por parte de Microsoft y el auge del gaming en sistemas abiertos.
Hasta hace poco el argumento para no elegir Linux en entorno doméstico era: “no puedo jugar a videojuegos”, entre otros como “eso es para hackers” o “solo me aparecen letras en una pantalla negra”. Entonces Valve lanza su Steam Deck. Esta consola portátil con tecnologías como Proton, que “traduce” los juegos de Windows para que Linux los pueda reproducir en tiempo real, hace que sea posible jugar a títulos de gran exigencia sin necesidad de Windows.
Windows sigue siendo el rey en el entorno corporativo, pero, la tendencia a seguir es la nube. A medida que se produce esta migración de herramientas al navegador (Saas), el sistema operativo pierde protagonismo. Si trabajas a través de Chrome o Edge, ¿realmente importa si tienes Windows o Linux?
No estamos ante la muerte de Windows, ni mucho menos, pero sí ante el fin de su monopolio. Para el usuario doméstico que quiere privacidad, rendimiento y una segunda vida para un equipo antiguo, Linux es en una opción real e inteligente.
